Un país de grandes contrastes en el que pude conocer culturas totalmente diferentes
Estrenamos los artículos de viaje en La Posada no sin cierto sabor amargo. Y es que llevo mucho tiempo que me encantaría hacer un canal solo y exclusivamente dedicado a compartir los viajes que he tenido la oportunidad de hacer alrededor del mundo. Es un proyecto que me gustaría haber lanzado ya y que aunque sigue ahí en recámara y algún día verá la luz de momento se quedará en una serie de artículos aquí en la Posada. Pero dejemos de llorar y vamos a lo que nos ocupa.
Ya casi hace un año que mis pies pisaron Kenia, para ser concretos Mombasa. Siempre que piso un país nuevo siento cierto cosquilleo. Es una emoción muy difícil de describir y conforme puedo recorrer las calles de la ciudad en la que me encuentro me invade una curiosidad y el ansia de conocer nuevos lugares que me impulsan a explorar. Me gusta conocer culturas nuevas, personas, gastronomía. Intentar entender un poco el mundo que me rodea. Cuando estos viajes se hacen por trabajo recorriendo puertos del Océano Índico cobra todo una especial magia.
Lo primero que hicimos fue ir al City Mall Nyali y al Carrefour cercano en un ejercicio estricto de la tradición de mis compañeros y amigos en el que lo primero que hacemos al llegar a cualquier país desconocido es dinero, tarjeta SIM y comida (Que en ese primer contacto no nos hace falta que sea gastronomía nacional nos vale llenar el estomago). Una vez cumplidos esos tres objetivos nos pusimos en marcha para explorar esa zona de la ciudad. Comenzamos a deambular por toda esa zona unos kilómetros al norte del centro de Mombasa. Es una zona que llama la atención, en muchos centros comerciales había que pasar arcos de detectores de metales y la seguridad llevaba fusiles de asalto AK-47 .
Pero queríamos huir un poco de toda la zona comercial y a través de un mercado nos dirigimos a la playa. No tardó en hacerse de noche y seguimos caminando por las calles hacia nuestro destino cuando al girar una esquina. Sorpresa, nos encontramos un camello que tenían para seguramente dar paseos en la costa. la foto no es la mejor que pude hacer pero fue una foto muy de circunstancias sorprendido por la situación.

No tardamos demasiado en estar paseando por la orilla del mar. La cantidad de cangrejos era alucinante. creedme que había muchos. Se escondían y hacían agujeros en la arena. Nos abordaron tres jóvenes y nos vendieron unos llaveros a un precio que sin duda o era el más favorable para nosotros pero estaba tan contento de estar allí que aún no tenia ganas de regatear.
Siguiendo nuestro camino comenzamos a escuchar música, y se veía una terraza muy prometedora que tenia mucha luz y en la que se veía mucha gente sentada pasándolo bien. Acabamos sentados en el Maasai Beach Bar y Restaurant y pedimos unas Tuskers, cerveza keniata que adoro y que comercializan en gran parte de la África del Índico. El local tenía buen ambiente, música en directo y unos camareros muy amables así que íbamos o tomar solo un refrigerio pero una cosa llevo a la otra y acabamos quedándonos a cenar. Para ir entrando ya en vereda pedimos gambas, una carne que ni recuerdo de que era pero estaba buenísima y matoke, una especie de puré de plátano con una consistencia un poco más espesa que nuestro puré y que me gustó bastante.

El día acabó entre risas, planificar sobre el maps los movimientos de los siguientes días y alguna Tusker más.
El siguiente día muy temprano por la mañana fuimos a visitar el centro de Mombasa. El centro de la ciudad te hace tener sentimientos encontrados. No se explicar bien porque estéticamente me atrae mucho ese aspecto colonial en el que en muchos casos parece que no se ha mantenido desde hace cien años. Estéticamente la ciudad es bastante bonita con muchas iglesias y catedrales ya que el 85% de la población es cristiana, la mayoría protestantes seguidos de católicos. Sin embargo en esta parte de la ciudad también se ve bastante pobreza. Los niños te siguen por todas partes para pedirte dinero, hay bastante gente en la calle y la verdad que es un poco duro porque llega un momento que no se puede ayudar a todo el mundo. Algo que me corroe por dentro es el debate moral que me supone la ética de ver lo que estas viendo en esos países e intentar disfrutar y transmitir lo bueno, comprender mejor el mundo y a la vez ser consciente de que esas personas viven una vida mucho más dura que la tuya.

Pues esa mañana la dedicamos a desgastar suela de los zapatos y ver todo lo posible. Mezclándonos en la medida de mi limitada habilidad para hablar otros idiomas me permitía. Los puestos de fruta y mercados me llamaban la atención por el colorido de sus productos en una ciudad con tonos muy marrones y grisáceos.

Para comer volvimos al norte de la ciudad porque queríamos probar cocodrilo. Fuimos a un parque en el que los criaban y además también eran el menú. El lugar se llama Mamba Village y es precioso. Sobre comidas hablaremos otro día en otra entrada pero he de decir que el cocodrilo no sabe ni a pollo ni a pescado. Es una carne bastante correosa bastante sabrosa y que a todos los que fuimos nos flipó.

Y llegó el día en que una furgoneta nos llevaría hacia la falda del Kilimanjaro al Parque Nacional Tsavo East donde realizamos un safari y nos quedaríamos en un hotel totalmente paradisiaco en una montaña con vistas a la sabana llamado Voi Safari Lodge. Ciento setenta kilómetros, algo más de tres horas, nos separaban de nuestro destino. Por el camino paramos en una aldea masái donde la gente desprendía una alegría que se contagiaba. Si queréis ver los videos de los bailes y más fotografías deberéis esperar a que comience mi proyecto en YouTube pero adjunto una pequeña muestra de como era el humilde poblado en el que pasé tan buen momento y en el que eso sí me turbó que en la escuela rezaba así un escrito «No mutilation but education» algo que debería de ser ya obvio en el mundo. Antes de irme compré unos palos para hacer fuego, un collar y una pulsera y siempre me acordaré de ellos al tenerlo. Al verme tan interesados en aprender a hacer fuego y después de varias bromas me dieron el combustible para iniciar el fuego cuando salta la chispa, que no es otro que caca de elefante seca aunque me dijeron que los excrementos de caballo también son efectivos.

En el safari vimos un montonazo de animales: Cebras, jirafas, leones, elefantes, etc. La verdad que fue una experiencia inolvidable. Un buen amigo mío que había ido en estación seca me pasó fotos de el mismo sitio cuando lo visitó él y parecía lugares diferentes porque en contra de lo que esperaba cuando fui yo estaba la sabana bastante verde. El conductor de la furgoneta era muy amable pero no demasiado hablador. Aunque también era difícil la comunicación.

En el hotel estaban celebrando la Navidad y nos recibieron con villancicos y cánticos. Era un autentico paraíso que coronaba la sabana. Con una piscina con vistas a un horizonte vastísimo unas habitaciones muy familiares con grandes mosquiteras y un personal muy atento. Me llamo la atención que en todo el hotel estaba lleno de carteles pidiendo que cerrases la ventana para que los monos no entraran a las habitaciones y al ser un bioma más montañoso efectivamente vimos un montón de ellos. Debajo del hotel había un abrevadero para que los animales acudiesen a beber y descansar y poder ser vistos desde el hotel.

Al día siguiente volvimos y continuamos nuestro viaje que nos llevo a otros lugares increíbles. Pero eso, eso es otra historia.